Enamorada de sus ideales, Hermione encontró temprano un hueco en la política desde el fin de la guerra. Tomó el testigo de Ayudante del Ministro de Magia durante el gobierno de Shaklebot en la transición y dejó que utilizaran su rostro como propaganda de un futuro mejor. Y, entonces, vio que todo era una gran mentira, que la corrupción crecía a su alrededor, y decidió que no quería servir de opio para el pueblo.

Se alejó de la primera plana y abandonó su sueño para dedicarse a su familia: Ron, Rose y, un poco más tarde, Hugo. Eso y a su tienda de antigüedades, donde se dedicó a cerrar heridas e intentar olvidar. Pero no era suficiente. Sentarse en el banquillo nunca fue su fuerte y, por eso mismo, decidió cambiar las cosas desde dentro: volver al trabajo que una vez la horrorizó e intentar hacer algo bueno por su país y por la magia.

Descubrieron que era squib cuando tenía tan solo seis años y su escolarización en casa fue prácticamente automática. Contó con algunos de los mejores profesores particulares y al terminar la enseñanza básica se fue a Estados Unidos a estudiar un doble grado en Administración de Empresas y Ciencias Económicas. A su vuelta, se hizo cargo de la empresa familiar, la renovó por completo y amplió hasta convertirla en una potencia internacional.

Descontento con las políticas económicas y fiscales, decidió crear su propia formación. Poder poner a los squibs en primera plana no era su objetivo principal, pero sí fue un buen reclamo y tardó poco en hacerse con ese sector de población.

Cuando descubrió el estatuto del secreto, la verdad le horrorizó. Tras informarse, además, del último conflicto y ver la catástrofe de un mundo con demasiado poder descontrolado, sintió que necesitaba levantar una gran muralla entre ese universo desconocido y su país.

A pesar de que desde el ministerio mágico se ha intentado mejorar la relación, sobre todo durante el gobierno de Hermione Granger, los magos no son bienvenidos. Con él no parece haber posibilidad de entendimiento.